Desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas. Esa fue la mayor lección que aprendí de La bola de cristal (lo siento si eres tan joven que no sabes de lo que hablo). Pero no es tan fácil dejar de ser quien siempre has sido o has creído ser. A esta edad en la que ya he vivido, al menos, la mitad de lo que tenía que vivir, quiero mudar la piel y con ella la mente, el alma y la memoria. Porque para cambiar hay que olvidar, o dejar de recordar, para que solo se nos llene la cabeza de momentos del eterno presente.